jueves, 20 de marzo de 2008

Lo que hizo.


Cuando le pudo tomar, sus ojos brillaron con una expresión de haber descubierto algo desconocido. Pasó dedo por dedo en su cuello. Su víctima trató de huir, tembló, mas le detuvo. Nuevas sensaciones llegaron a ella y despertaron sus sentidos, entusiasmada por probar cosas nuevas. Deslizó sus manos por aquella piel tan suave y esponjosa. Su corazón se aceleraba. Le puso en una mesa. Luego, llegó a su memoria una canción: Por más que corras te alcanzaré, por más que te escondas te encontraré.

- Deja de mirarme de esa manera -dijo-. Nada te salvará. Para ti no existe salvación ni condenación, así que no te preocupes, que la única juzgada seré yo. No notarán tu ausencia. Eres muy frágil, mas no me engañarás. Observa lo que tengo en mi mano, mira cómo brilla, como la victoria de un pueblo. Con esto robaré tu último vaho.

Degolló su cuello, el cual parecía un volcán en erupción. Le preparó de la manera que había deseado. Se sentó en esa pequeña mesa y le degustó, saboreando cínicamente cada bocado ensangrentado. Al terminar, observó algo y se dijo: “Caperucita, has teñido tu vestido, pero, ¿serás hallada culpable por matar a un indefenso conejito?”.

1 comentario:

Darkmancr dijo...

Increible!! me encanto el final, escribes muy bien sigue asi ;-)