jueves, 20 de marzo de 2008

Sin titulo aun.


Me arrastras, sumerges. Por mas que corra no puedo escapar de ti , ¡No puedo! Miro a lo lejos un viejo Sause, cansado de luchar por sobrevivir. Corro hacía él que esta plantado bajo ese manto café, que en días de verano es llevado con el viento; pero ahora se ve amenazado por ti. Sus alas que tienen infinito alguno me abrazan. . Mientras tanto llega a mi nariz nuevos aromas que antes no había persivido con tanta delicadeza, detenimiento como ahora. Te escucho a lo lejos mas no te logro ver. Me doy cuenta que eres tú quien hace crecer mis raíces de: ¿amargura? ¿odio? ¿olvido? ¡Las haces crecer! Te odio, te amo, te vuelvo a odiar y otra vez. De algo estoy muy segura: Me cuesta creer en esta absurda, enemiga, refrescante lluvia que me alcanza.

Escrito por: Marilú Chavarría A.

Lo que hizo.


Cuando le pudo tomar, sus ojos brillaron con una expresión de haber descubierto algo desconocido. Pasó dedo por dedo en su cuello. Su víctima trató de huir, tembló, mas le detuvo. Nuevas sensaciones llegaron a ella y despertaron sus sentidos, entusiasmada por probar cosas nuevas. Deslizó sus manos por aquella piel tan suave y esponjosa. Su corazón se aceleraba. Le puso en una mesa. Luego, llegó a su memoria una canción: Por más que corras te alcanzaré, por más que te escondas te encontraré.

- Deja de mirarme de esa manera -dijo-. Nada te salvará. Para ti no existe salvación ni condenación, así que no te preocupes, que la única juzgada seré yo. No notarán tu ausencia. Eres muy frágil, mas no me engañarás. Observa lo que tengo en mi mano, mira cómo brilla, como la victoria de un pueblo. Con esto robaré tu último vaho.

Degolló su cuello, el cual parecía un volcán en erupción. Le preparó de la manera que había deseado. Se sentó en esa pequeña mesa y le degustó, saboreando cínicamente cada bocado ensangrentado. Al terminar, observó algo y se dijo: “Caperucita, has teñido tu vestido, pero, ¿serás hallada culpable por matar a un indefenso conejito?”.